desde esa obra maestra titulada alta suciedad (1997), andrés calamaro concibió el honestidad brutal (díptico) en 1999, el salmón (5 discos en una sola entrega) en el 2000 –ojo, 7 discos en 2 años-, el cantante en el 2005, tinta roja y el palacio de las flores en el 2006. los tres últimos discos, compuestos en su mayoría por covers de clásicos de la música latinoamericana, ya perfilaban a un calamaro más melómano que compositor, un simple arreglista más que había perdido mucha de su genialidad. eso no nos agradó a muchos de sus seguidores quienes presenciábamos –y criticábamos- la muerte de un genio.
un día, el viejo andrés decidió callarnos a todos e hizo algo inesperado –y a la vez predecible-: no escribió decenas de canciones, ni tampoco se puso a buscar en sus vinilos a ver que arreglos hacía de un viejo bolero, calamaro compuso 12 canciones y en el 2007 nos metió la lengua popular, literalmente, hasta por las orejas.
el disco tiene más inspiración que cocaína y, además del rock, conserva la melomanía de sus discos de covers. este es el primer corte del álbum, un tema para barra brava que, sin duda alguna, una hinchada tomará, hará su propia versión, la cantará –gritará- y la gastará. hasta que llegue ese día escuchemos a los chicos entonando un inagotable ¡lolololo lololo lolo!:
Andrés Calamaro – Los chicos
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apatitico
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28 de febrero de 2009
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